Cómo manejar tus emociones cuando los mercados están nerviosos: lecciones de 36 años invirtiendo

Los mercados están nerviosos… y los inversionistas también

Acabo de cumplir 56 años.

De ellos, 36 los he pasado observando, estudiando y respirando los mercados financieros. En todo este tiempo, si algo he aprendido es que los precios cambian, pero las emociones humanas no.

El miedo y la avaricia son las verdaderas fuerzas que mueven el mercado. Los números solo son la excusa.

He visto el mismo ciclo repetirse una y otra vez: cuando reina el pesimismo, los precios se derrumban y las acciones de grandes compañías se venden como si fuera Black Friday, con descuentos del 50% o más sobre su valor real. En esos momentos nadie quiere comprar. El ambiente huele a miedo. Y quienes lo hacen deben ver cómo sus acciones siguen cayendo, aunque los datos les digan que el mercado está siendo irracional.

Luego, poco a poco, la historia se invierte. El mercado se recupera, los precios suben, los titulares se llenan de optimismo y el miedo se transforma en euforia.

Es ahí cuando aparecen los nuevos inversionistas, los que llegan impulsados por el famoso FOMO (miedo a quedarse por fuera). Entran corriendo, sin mirar los números, convencidos de que “esta vez es diferente”.

He visto acciones negociarse a precios tan altos que, si uno hiciera las cuentas, tardaría 30 o 40 años en recuperar su inversión solo con las utilidades. Pero a nadie le importa mientras la curva apunte hacia arriba.

Y mientras unos compran, los inversionistas prudentes —los que tienen memoria— están vendiendo. Ellos saben que la euforia es el preludio del ajuste. Lo han visto antes.

Entonces llega el golpe.

Una noticia, una crisis política, una cifra que no encaja… y la burbuja empieza a desinflarse. Lo que era confianza se convierte en miedo, y el ciclo vuelve a empezar. Los mismos que ayer se creían genios hoy buscan culpables. Señalan al gobierno, a los grandes fondos, al sistema. Pero la verdad, aunque duela, es simple: nadie los obligó a comprar caro ni a ignorar las señales.

Hoy vivimos un ciclo de subidas que ya completa casi tres años. Muchas acciones han duplicado o triplicado su valor desde los mínimos. Y aunque las advertencias sobre precios inflados suenan cada vez más fuerte, el entusiasmo sigue empujando los índices hacia arriba.

Sin embargo, eventos como el del pasado 10 de octubre, cuando una sola jornada borró miles de millones de dólares del mercado, son recordatorios de que la euforia no es eterna.

He visto a inversionistas perder todo su dinero porque se endeudaron para comprar criptomonedas convencidos de que “iban a la luna”. No es el primer ciclo, y no será el último.

El mercado está nervioso. Y cuando los precios empiezan a temblar, lo que realmente se pone a prueba no son las empresas… sino las emociones de quienes invierten.

Por eso, si eres de los que entró temprano y hoy estás ganando, te propongo algo que me enseñó la experiencia (y también mi abuela):

Recupera tu capital invertido y ponlo en un lugar seguro, aunque no rente mucho.

Deja solo las utilidades trabajando.

Y espera. Con paciencia.

Porque el mercado va a corregir, tarde o temprano.

El inversionista inteligente no intenta adivinar cuándo. Simplemente se prepara.

Como decía mi abuela:

> “Ganando, nadie se quiebra.”

Asegura tu capital, cuida tus emociones y mantén la calma.

Las mejores oportunidades llegan cuando todos los demás han perdido la suya.

Jaime Jaramillo

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